
A la entrada había unos pocos ancianos que, sentados en un banco de piedra, discutían fogosamente sobre el lugar del disparo. Se confirmaban sus sospechas.
Cómo autoeditar y no morir en el intento.
A la entrada había unos pocos ancianos que, sentados en un banco de piedra, discutían fogosamente sobre el lugar del disparo. Se confirmaban sus sospechas.
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