Des- conexión

Tomamos uno de los caminos entre la espesura.

Aquella ruta era nueva para nosotros, que intentábamos encontrar nuestro lugar secreto.

Las risas de los niños lo inundaban todo. Podía ver la silueta de mi mujer, que caminaba unos metros por delante de mí.

La luz se filtraba entre las hojas marrones de los árboles, en pequeñas chispas, iluminando nuestros rostros a fogonazos.

Llegamos a un claro e instalamos el campamento.

Cocinamos y nos sentamos alrededor del fuego a disfrutarnos. En la sobremesa, un cortado y una partida de ajedrez.

Después todos se quedaron dormidos.

Tomé mi libreta y me senté a la orilla del río.

Era mi momento de conectar con la naturaleza: con río que fluía, con el fuego que crepitaba, con las hojas de los árboles que se movían suavemente, con la tierra húmeda cuyo olor lo impregnaba todo.

Apunté todo lo que sentía en una lluvia de palabras que enlazaran con mis vivencias de ese día, para que nunca cayeran en el olvido. Con ellas podría escribir el libro en el que trabajo, y otros más.

Era el primer día de los muchos que volvería a ese lugar, que se había convertido en el refugio de mi alma. En nuestro espacio privado en el interior del bosque.

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