En mis novelas las protagonistas son mujeres fuertes que saben lo que quieren y luchan por ello. Mucha gente me pregunta en quién me inspiro. Una parte de ellas soy yo, mi tenacidad, mis errores, mi aprendizaje. Mi carácter, heredado de mi madre y mis iaias, mujeres fuertes, de personalidad marcada. Pero también son las mujeres que he conocido, las que me rodean o me han rodeado, las que con sus vivencias me han hecho reflexionar o me han contagiado de la energía que debemos aplicar en el día a día. Ojo que con esto no digo que los hombres no la tengan o no la apliquen. Es que no estoy hablando de hombres, estoy hablando de nosotras.
A través de las épocas nos hemos tenido que reinventar. Hemos sufrido imposiciones biológicas que nos han menguado las fuerzas literalmente. Pero también hemos arrancado raíces para echar las nuestras.
Irene, mi personaje favorito, mi Irene. Nuestra Irene. Sufrió en Tierra sobre la memoria lo que muchas lo hicieron durante la posguerra. No quiso amedrentarse, no se acomodó a los dictámenes de una sociedad que medía la honra por el dobladillo de la falda. No. Sufrió por amor.
También Carmen en Indómita Aurora es una mujer fuerte. Durante la guerra y la posguerra, durante la Dictadura, ella luchó por sus ideales como tantas guerrilleras lo hicieron en la sombra. Aurora es fuerte, es libertina, disfruta del sexo como nadie piensa que se pudiera hacer en aquella época, y no se rinde ante la búsqueda de los asesinos de su padre.
Arrebol. Mujeres a las que la fuerza se les ve de lejos y otras a las que hay que prestar atención, porque su lucha es interna y a veces no es tan clarividente.
El sexo débil… y una mierda. Somo fuertes. Todas. Luchamos por salir adelante en un mundo que siempre nos dio la espalda, que nos miró desde arriba.
En la palabra mujer va implícita la palabra lucha. Porque es inherente a nuestra condición.
Estela Melero Bermejo 
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