Niebla

Fueron felices en aquella casita del fondo. 
En una época remota tuvieron vecinos.
Fue al principio, cuando se casaron.
Pero unos años más tarde se marcharon los de la casita grande, un matrimonio cuyos hijos mayores que preferían vivir en la ciudad.
Unos pocos años después, se quedaron solos. Tampoco la pareja joven con un firme proyecto de vivir de lo que diera la tierra, con lo básico, se acomodó a aquella forma de vida.

Pero sí ellos.
Se casaron en el bosque, solo unos cuantos familiares, algunas personas del pueblo más cercano, acudieron.
Ella llevaba un vestido sencillo de domingo, su ramo de flores, un manojo de tallos largos de lavanda atados con una cuerda de yute.
Él, camisa blanca y pantalón de lino. Se los había regalado su tía de Francia para la ocasión.

Cuando se vieron, la luz de sus ojos disipó la espesa niebla que cubría el valle constante, impertérrita.
Se dieron el sí, y se besaron.
Marcharon a lo que sería su hogar, apenas unos troncos amontonados, apenas un suelo de piedra.
Celebraron con vino y escaparon al lecho.
Oían las risas de los invitados, los vasos chocando y la música de la pequeña orquesta.
Se amaron despacio esa primera vez. Los suspiros armonizando con el crepitar del fuego.

Habían sido felices. Durante unos años no habían necesitado más que un huerto con hortalizas y un par de árboles frutales.
Dos gallinas que ponían huevos.
Setas de temporada.

Pasaban tanto tiempo entre las sábanas como fuera de ellas. Corrían por el bosque y leían frente a los troncos de la chimenea.



Pasaban los años y los silencios de la casa dejaban escuchar el crujido de los troncos por el día. El aullido de los lobos por la noche.
Anhelaban unos hijos que no llegaban, unas risas que cada vez eran más flojas, que se desinflaban entre las costuras de la boca.

Sus rostros comenzaron a sentirse sombríos, sus arrugas reflejaban el paso de un tiempo que no retrocedería.

Y entonces fue cuando en el pueblo los empezaron a llamar los locos del bosque.


Pasarían muchos años antes de que ellos mismos comprendieran por qué, pero para entonces la leyenda ya iba de boca en boca.

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